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lunes, 1 de noviembre de 2010

El triste futuro del periodista

Escribe: Ricardo Steimberg
chachoriste@hotmail.com
(¿Será así?)

Aquella buena imagen que la gente tenía de los profesionales de la prensa. Esa visión romántica del periodista que dejaba la redacción para sumergirse en el submundo del hampa y conseguía notas increíbles, en base a buena información de contactos confiables, saber sonsacar los datos necesarios disimuladamente en el lugar de los hechos y por supuesto, con esa dosis de simpatía personal.

Esto ya casi no ocurre, porque todos aquellos periodistas de raza ya se han ido al cielo, junto con sus viejas máquinas de escribir Underwood. Hoy abundan los “showman” o los comediantes de la información, quienes con descaro conducen los programas periodísticos. Pretenden ser las estrellas de la pantalla, sea como sea, sacrificando todo lo poco bueno que les queda y ofrendándoselo al poderoso y desalmado “dios del rating”.

Aquellos aventureros del periodismo, que quieren sobresalir por encima del entrevistado, al que casi no lo dejan hablar o lo interrumpen a cada rato. O también aquellos que pretenden ser más importantes que la noticia misma, absorbiendo cámara o micrófonos y que generalmente, por caminar tan seguido por la cuerda de lo ridículo, que caen muy pronto en el descrédito.
 

Los chicos y chicas más avanzados de la carrera de Ciencias de la Comunicación, se preguntan, en los pasillos, como es que nosotros estudiamos como locos. Invertimos tiempo, dinero y neuronas, para al egresar, intentar jerarquizar la profesión.

Sin embargo para pedir una roñosa pasantía en algún medio de comunicación, nos miran como “monigotes”, o mucho peor que retrasados mentales.


También se preguntan cómo es posible que medios considerados serios, contraten a reconocidos periodistas, para programas donde su función es payasear o contar chismes estúpidos, o dar a conocer intimidades, por lo general, vulgares de las “estrellas” de Hollywood, o de nuestro medio que poco aportan a la cultura y si al morbo.

¿A quién le puede interesar si Lindsay Lohan va presa por borracha o drogadicta? ¿Quién estará tan pendiente de las peleas entre Brad Pitt y Angelina Jolie? ¿Quien se preocupa si Sharon Stone se siente mal y se le ve hasta la cicatriz del apéndice? A quién le saca el sueño si Paris Hilton no tiene orgasmos o Luis Miguel erecciones o Ricky Martin paspadas sus hemorroides.

Lo que el dinero o la falta de él pueden hacerle a un buen periodista es realmente asombroso. ¿Qué tipo de respuesta puede darle un profesor universitario a su alumno, quien todavía conserva el candor y la mente sin contaminar y desconoce la podredumbre que tendrá que enfrentar? ¿Le dirá la verdad o gambeteará la pregunta, como para sacarse semejante carbón encendido de las manos?

Les dirá con sinceridad que las chicas muy morenas y demasiado rellenitas no dan el biotipo para la TV. Y si me equivoco, díganme cuántas de ellas hay, hoy, frente a las cámaras. Que tendrán que competir con “las modelitos” que apenas saben hablar, pero que a ellas no se las contrata para eso, si no para lucir sus abundosas anatomías, tanto de pie como acostadas.Supongo que no, sería como contarles el fin de la novela y los profesores no están para eso. Su función es darles solo los elementos básicos de la profesión. El resto corre por cuenta y riesgo de cada alumno, que tendrá que descubrir que allá afuera de la facultad, se esconde una selva mucho más peligrosa que el Amazonas y que los “mboi” más peligrosos usan saco y corbata. Descubrirá que las entrevistas no pueden ser un intercambio de flores por más amigote que sea del entrevistado, pero tampoco ponerle la rodilla en el pecho cuando se vaya por las ramas o conteste “macanadas”, porque si se enoja, jamás te concederá otro reportaje. Contra todo lo aprendido, el periodista no informa solo opina y lo hace al servicio del medio que lo ha contratado, caso contrario, patitas a la calle. Salvo muy rarísimas excepciones.

Muchos de ellos, presionados por sus jefes y el maldito “rating”, el gran devorador de la ética, comunican rumores sin confirmar las fuentes. Todo esto sin mostrar signos de rubor o vergüenza.

Total siempre queda el recurso de la disculpa o el derecho a réplica. Pero el embarrado, embarrado queda de por vida. En la facultad, lo forman para que busque la objetividad, la importancia de comprobar las fuentes y que debe ser siempre imparcial. Je, je, je. 

Y cuando egresa de la facultad con esas ideas bien aprendidas y sabiendo que es la forma correcta de proceder. Llega a un medio de comunicación y con viento a favor y en bajada, puede ser que reciban algo más que un salario mínimo o sea unos 400 dólares. En el contrato se especificará muy claro 8 horas, pero que jamás bajará de las 12 o 13 horas diarias. Y ni se les ocurra pedir horas extras, porque se les reirán en su propia cara.

No es necesario decir que no podrán opinar sobre los temas que se pueden hablar y los que no, ni su enfoque. Para eso hay un director a quien se le paga no para informar, sino para defender los intereses del propietario del medio. De hacerse “el rebelde sin causa”, a los tres días estará en la calle, junto con otros 20 nuevos licenciados esperando quedarse con su puesto y por 100 dólares menos.
Ahora, el que acuse que el periodismo está en franca decadencia por culpa de los periodistas, no sabe lo que dice y tendría que meter su lengua en un vaso con detergente. Ya que este se encuentra en el medio de un sándwich, entre una rebanada de políticos corruptos y otra de empresarios que quieren vender periódicos o programas televisivos/radiales igual que si fueran “chipa”.Por lo tanto intentar confundir a un periodista con una especie de  santo, en un mundo totalmente mercantilizado, en donde la espiritualidad y los valores morales son verdaderas piezas de museo, es una total estupidez e infinita ingenuidad por parte de quien lo vea así.

Podrán preguntarse, y con derecho, ¿y dónde queda la credibilidad del periodista en toda esta historia? Porque si ya no tiene más integridad moral, entonces que renuncie a su trabajo. Claro, tienen mucha razón, pero sin trabajo no hay dinero. Y sin este, por más idealista que se pretenda ser, es imposible alimentarse; ya que el aire no se come y todos los faquires que yo sepa, se han jubilado hace mucho tiempo atrás.

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