*Frase
de una amiga
y compañera de trabajo,
Rosa María Medina
Por Salvatore Brienza
Desde que se estrenó, a
nivel mundial y en nuestra ciudad, la película “50 Sombras de Grey” basada en la trilogía
homónima de la escritora estadounidense E.L. James, he escuchado un montón de
opiniones con respecto a la misma, leído comentarios de críticos de cine,
literatos, sexólogos, psicólogos, feministas, ñembo-feministas y muchos
“puritanos” que “no hacen groserías” cuando tienen sexo y sólo se reproducen en
la posición “papá-mamá”.
De alguna manera, todas las
opiniones son subjetivas, así como la película. La película es la visión que la
directora Taylor-Johnson tiene sobre el libro, El guión es la visión de algunos
profesionales y basados, quizás, en sugerencias de los productores que además
de financiar la película deciden que es bueno para “ganar dinero” de acuerdo a
los planes de Marketing para hacer del film, la más erótica y sensual de la
historia del cine.
Para los que leyeron el
libro, cada uno de ellos, y me incluyo, se hicieron su propia película y cada
escena del libro, fue parte de sus propias expectativas en el momento de
practicar los “extraños placeres de Cristian Grey”. Cada uno de nosotros pensó
en su versión del film, cuando se anunció la filmación. Los varones, los que
leyeron, se habrán anotado una, dos o más “Anastasias” para su propio reparto y
las mujeres, unos pocos “Cristian Grey”, porque en Paraguay no son muchos los
que “son ricos, sexys, regalan Audi y vuelan su propio helicóptero, para ir a
comer”.
Todas estas opiniones,
ideas, imaginaciones y “deseos reprimidos” en muchos casos, sólo son frutos de
la suma de cada una de nuestras propias experiencias, adquiridas o
experimentadas, con relación al placer, el dolor y a las sensaciones que uno
puede experimentar al tener un encuentro sexual, sea esto al “estilo Grey o
estilo tradicional papá-mamá”.
Excluyo la palabra “amor”,
como expresión de sentimiento y afecto, porque en el fondo es lo que todos
esperan ver en la película, que vuelvo a aclarar, todavía no lo ví, pero que
por el libro y en el primer número de la trilogía, no hay. Si quieren saber
más, sólo lean el libro.
Por otro lado, la “guacha de
la mamá de Rosa”, es lo que me llevó a analizar la película y sus implicancias
en nuestra educación, sea esta formal o sexual. Si bien mi amiga y compañera de
trabajo Rosa lo utilizó, al decir que “uno los instrumentos que ayudaban a
provocar el placer en Anastasia, era muy parecido a la guacha de su mamá” y que
incluso, en su casa –de la mamá de Rosa- estaba todavía “el clavito de dónde
colgaba” y que en particular a ella, eso no le producía placer”, Es de lo que
-a mi criterio- trata la Trilogía de E. L. James, la transformación del dolor en
amor, a través de todos sus libros.
El instrumento, genera un
recuerdo, bueno o malo, en las personas. Es la expresión del dolor -placer en
el caso de Grey a Anastasia- que recibió por algún castigo hecho cuando éste
era el “sumiso”.
En cualquiera de nosotros
que haya sido castigado “con guacha, cinto, tejuruguai o rama de guayaba o
durazno”, viene a ser lo mismo. Recordamos con dolor, pero al mismo tiempo,
reflexionamos por qué fuimos castigados y como aprendimos a “obedecer a
nuestros padres, a ser respetuosos con nuestros mayores y no desobedecer las ordenes de las autoridades” en definitiva a ser
“SUMISOS y SUMISAS”. Y si se puede sonreir de felicidad ante el castigo.
En el libro eso se ve claramente, pero por los comentarios, eso no se trasluce en la película.
En el libro eso se ve claramente, pero por los comentarios, eso no se trasluce en la película.
Es por ello, que antes de
ver una película basada en un libro, lo primero es leer el libro. Después ver
la película y les puedo asegurar que no será lo mismo.
Si no lo hacen así,
recuerden “la guacha de la mamá de Rosa” y el “clavito que nos recuerda” que
debemos ser “obedientes y sumisos”.
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