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lunes, 26 de diciembre de 2016

TE AMO MIXCODI

Cuento corto extraído del libro "Rumbo al Infierno"


Jorge Costa era el máximo galán de Hernandarias. Él estaba muy  acostumbrado a seducir a cuanta jovencita se le pusiera en su camino. No había fiesta que no asistiera o discoteca que no conociera. Tampoco existía una mujer que se negara a tener un romance, aunque fuera pasajero. Su estampa varonil, hacía que hasta las abuelas se dieran vuelta a verlo, claro que muy disimuladamente.

Perder una oportunidad de cazar una nueva y atrayente víctima, no figuraba en su manual de procedimientos. Solo estaban fuera de su radio de acción, toda aquella mujer que estuviera casada o comprometida. Durante la semana se concentraba en su carrera de médico pediatra, pero llegado el viernes, desaparecía, por completo, sin dejar ningún rastro. Por lo general, siempre lo acompañaba Sergio, su amigo y camarada de aventuras, de toda la vida.


Todo iba de maravilla en la vida de Jorge Costa, sin embargo, estaba por ocurrir un hecho que cambiaría totalmente el curso de su existencia. Si bien él trataba de esconder todo lo que podía, una cierta e innegable arrogancia, al saberse atractivo para las mujeres, no siempre lo lograba.

Aún así, el porcentaje de triunfos logrados, era muy superior al de los fracasos. Su carácter alegre y festivo, así como su físico envidiable, lo hacían el centro de cualquier fiesta, especialmente al del ojo femenino. Como otros sábados, se preparó desde temprano en su acostumbrado ritual de acicalarse, cuidando hasta el más mínimo detalle. Apenas entró a la discoteca, en Ciudad del Este, la mayoría de las mujeres clavaron su vista en él.

Dio un par de vueltas alrededor de la pista, como buscando desde el inicio, una presa a la que cazar. Como no vio absolutamente nada, que valiera la pena; entonces fue a tomar posesión de una butaca en la barra. Desde allí, cómodamente sentado, podría observar bien todo el panorama. Por lo general, siempre venía con un par de amigos y amigas, pero hoy, quería venir solo.

Se estaba aburriendo de lo lindo, cuando de pronto, sus ojos se clavaron en una chica muy bonita y bien arreglada, que de pronto hizo dar vuelta la cabeza a todos los varones. Su piel era blanca y suave, sus ojos claros, y un cabello rubio, que le llegaba hasta casi su cintura. Su pollera corta dejaba adivinar unas piernas largas muy sensuales. Y poseía una cadera cimbreante que se movía al compás de la música, de un modo muy provocativo.

Sin dudarlo dos veces, apuró su trago y salió disparado hacia la orilla de la pista. La miraba fijo, casi sin pestañear. Observaba como ella bailaba, algo fastidiada, con el fulano que la acompañaba. Así que esperó el momento justo para tomar su lugar. Por lo general, Jorge no era demasiado paciente, sin embargo esta vez, las cosas parecían ser distintas. En la guerra y el amor, todo vale.

La veía a ella de un modo diferente, como nunca antes había visto a otra mujer. Estaba casi por desistir cuando vio que ella, despachó con gentileza al tipo, yéndose esta, muy lentamente a tomar asiento al lado de una amiga. 

Sin perder tiempo, salió disparado como una flecha hacia allí. Jorge creyó reconocer, al menos de vista, a su amiga. Sin decir nada, el galán se sentó al lado de ellas, jugando con su encanto personal, pero esta vez sin extralimitarse. Todo con cuentagotas.

Cuando ellas comenzaron a reírse, con la inmensa variedad de chistes, que Jorge tenía guardado en su memoria, volvió nuevamente su alma al cuerpo. Por primera vez sentía que debía ser todo muy diferente, así como ella lo era. Hablaron mucho, más él que la chica. Bailó hasta cansarse, él bebió bastante menos que lo acostumbrado, ya que no quería arruinar la velada. Ella no hablaba mucho, más lo poco que salía de su boca era confuso, incierto, vago y difuso. 

Los pocos datos que pudo sacar de ella, fueron que vivía demasiado  lejos de allí, que sus padres estaban muy en contra de aquel viaje, pero que ella lo creía muy necesario, que vivía en un inquilinato y que trabajaba en una fábrica de cigarrillos. ¡¡Ahhh!!, y que su nombre era Mixcodi. A Jorge le sonó muy metálico y desagradable al principio, pero luego de repetirlo varias veces, comenzó a resultarle agradable y melodioso.

Ella no le dio ninguna seguridad con volverse a encontrar, es más, eludía las respuestas, cuando sentía que Jorge la presionaba demasiado. ¡Qué ironía! Jorge Costa, a quien las mujeres se le ofrecían como en bandeja, estaba hoy mendigando una mísera salida. Sí, era cosa de no creer. En cuestión de horas, se produjo un gran cambio en él. Volviendo con aquello del cazador, cazado. Él insistió demasiado, por lo que ella le pidió, sin ningún compromiso, el número de teléfono de su celular.

Fue muy clara al respecto, ella no quería tener ningún tipo de relación ni con él ni con nadie.  No le gustaba los jueguitos tontos y solo saldría con un chico que tuviera deseos de formalizar un compromiso a no muy largo tiempo, de lo contrario, que se abstuviera totalmente de seguir insistiendo. 

Jorge se quedó totalmente mudo, sin nada que decir. Ella era distinta a todas las mujeres que había conocido hasta el momento. No solo por lo hermosa, si no por un criterio más conservador y recatado, sin dejar de ser moderna. Estas palabras lo volvieron más loco aún.  

Luego de mucho esperar y comido por la ansiedad, fue hasta la misma fábrica. Así comenzaron muy tímidamente a salir. A ella le gustaba ir bien lento, cosa que a él lo irritaba un poco, muy acostumbrado a llevarlas directamente a la cama. Pero con Mixcodi, esa posibilidad se hacía cada día mucho más remota. Aún así, siempre tiraba su indirecta sobre aquel tema y ella le decía simplemente que lo haría únicamente la Noche de Bodas, antes ni pensarlo.

Sin embargo, él sí estaba muy enamorado de aquella mujer. Como jamás lo había estado antes. Con solo mirar a Mixcodi, que estaba especialmente radiante esa noche, le pidió que fuera su esposa. A pesar de tener un nudo en la garganta y ser novato en eso de tomar un compromiso en serio, le recitó un montón de cosas románticas, de aquellas que a todas las mujeres les gusta escuchar. Ella, luego de un cierto titubeo, le dio el sí.

Mixcodi,  jamás demostró ninguno de sus sentimientos, por Jorge, mientras que él era todo lo contrario. Ella era fría como un refrigerador y él una caldera. A medida que pasaban los días, Jorge estaba más y más nervioso y preocupado. Todo se había acelerado, desde el mismo momento  del anuncio, por lo que resultaba ya difícil  posponerlo y mucho menos dar marcha atrás.

 Si bien no habría una ceremonia religiosa, y como Jorge ya no quería esperar más, era muy lógico, que en tan poco tiempo, no se terminara de armar una buena fiesta de casamiento. Eso para Jorge eran solo simples detalles. Mixcodi no tenía familia cerca, ya que todos sus parientes se encontraban muy pero muy lejos.

Por más que Jorge insistiera, no había ninguna “prueba de amor”, que Mixcodi quisiera dar, por lo que el joven, además de agobiado por la cercanía de la fecha, se agregaba su “insatisfacción”. Jorge no invitó a mucha gente, a pesar que todos, en Hernandarias lo conocían, pero su presupuesto hacía rato que había estallado y aún debía pensar en su Luna de Miel. Sin embargo, ella, estaba tranquila y Jorge no le reprochaba absolutamente nada, ya que su sonrisa frenaba cualquier tipo de descontento.

Los días pasaron como un suspiro y casi sin darse cuenta, llegó el gran día, por lo que los nervios y dudas lo asaltaron. ¿Estaba haciendo lo correcto o se había apurado demasiado? El casamiento no era una cosa para andar bromeando. Si bien estaba muy enamorado, todo el trámite que implicaba tomar un compromiso, lo sacaba de quicio. Un amigo de Jorge tomó todas las fotos que pudo, durante la ceremonia, en el Registro Civil.

Sus amigos y familiares prácticamente los bañaron en arroz, a la salida del local. Luego todos se dirigieron a un pequeño salón cedido por un amigo del novio. Allí, el mundo entero bailó, comió, bebió, cantó y volvió a beber. Luego de tomarse las acostumbradas fotos y de despedirse de los invitados, se escaparon hasta el mejor hotel del Country Club Paraná, a fin de disfrutar su Noche de Bodas, regalo de otro amigo. Al otro día partirían hacia la “luna mielera” playa de Camboriu.

Jorge estaba realmente deseoso de tener sexo con Mixcodi. Con el tema de la timidez y conservarse virgen hasta el matrimonio, él sentía que ella lo había manipulado muy bien. Desde el mismo momento que la conoció, perdió el interés por las otras mujeres.  Así que su himen tenía los minutos contados. Estaba demasiado excitado como para las preliminares y ya no tenía mucho más paciencia para las excusas. Ella con sus dilaciones y berrinches, solo había demorado lo inevitable.

Posterior al registro en el hotel, pero ya como marido y mujer, la pareja fue conducida a la habitación por un jovencito muy elegantemente uniformado. A medida que se acercaba el momento, Jorge se ponía más ansioso e incluso en su mente disparada, se le ocurrió pensar, que pasaría si en el momento preciso, fracasaba rotundamente. Un sudor helado le corrió por su espalda e intentó sacar de su cabeza, los malos pensamientos.

Ella estaba radiante, parecía simplemente un ángel recién bajado del cielo. Jorge la hizo sentar sobre la cama y le pidió que se tranquilizara, que todo sería hecho muy pausado y sin apuros. Ella lo miró embelesada y asintió con la cabeza. Entonces Mixcodi le pidió que le tuviera paciencia, su timidez era su peor enemiga. Jorge la miró con una cara de total desconfianza. Así es que ella fue al baño a ponerse más cómoda.

Él, como rayo, se sacó casi toda su ropa y antes de meterse en la cama, se colocó suficiente perfume en su pecho y detrás de las orejas. Luego apagó todas las luces del cuarto, dejando solo los dos veladores, a ambos lados de la cama. Era indudable que Jorge estaba muy impaciente y esos largos diez minutos, no contribuían a calmar su ansiedad. Pero pasaron quince, veinte y cuando llegó la media hora, terminó por explotar.

Jorge dio un salto de la cama y comenzó a dar unos sonoros golpes sobre la puerta del baño, al mismo tiempo que le pedía que saliera pronto de allí. Muy por lo bajo se escucharon unos suaves suspiros y un raro murmullo que casi no se entendía nada. Hasta que una suave voz dijo que ya saldría, que le tuviera paciencia. Más tardó en salir un par de minutos más. 

Jorge que ya estaba furioso, con la mujer que ahora era su esposa, que seguía atrincherada en el baño. Por lo que optó por relajarse en la amplia cama, esperando entonces la entrada triunfal de su amada, pronta a tener una calurosa sesión del más profundo amor carnal.

Con timidez abrió la puerta, dejando entrever solo un rayo de luz. Pero ya Jorge impaciente, la animó a que la abriera del todo. Ella nuevamente con un susurro de voz, le pidió que bajara la intensidad de la iluminación, ya que eso le causaba gran pudor. Él ya muy molesto, y a regañadientes le hizo caso. Ella finalmente abrió toda la puerta y le dijo casi en sollozos, que le agradecía por ser tan paciente con ella.  Que sabía que no fue muy cariñosa con él, pero que de ahora en más, no habría más quejas sobre eso.

A todo esto, él la pudo ver tal cual ella era en realidad. Sus largos brazos cartilaginosos y de un color gris, que tenían miles de enormes ventosas negras. De lo que parecía ser su boca, manaba una especie de baba, que estaba comenzando a manchar el piso de ambos cuartos. Su piel viscosa lucía con un extraño brillo, con la luz. Y sus ojos se volvieron de un rojo intenso. Al verla así a Mixcodi, Jorge quiso gritar, pero nada salió de su garganta.

Por más esfuerzos que hiciera, ni un solo hilito de voz podía emitir luego del susto, al ver a su nueva esposa. Esta le dijo que había venido de muy lejos y recorriendo muchas galaxias buscando un marido y que él llenaba todos los requisitos. Ya no necesitaría más a otras mujeres, para eso la tendría a ella, hasta que la muerte los separase.

Jorge, muerto de miedo y asco, al ver con ojos desorbitados, semejante figura, se paró sobre la cama, y tomándose fuerte del respaldo de aquella; solo pudo decir: MAMAAAAAAA, pero muy por lo bajo. Mixcodi, luego de su breve discurso, terminó de abrir la puerta y se abalanzó sobre el azorado Jorge, diciéndole:” Sí vení con tu mamita, que te quiere mucho, CHUIC-CHUIC-CHUIC

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