Por Tito Benítez
El
cumpleaños de Horacio Cartes, actual presidente de la república, da mucho que
hablar. Más allá de simples anécdotas, podríamos analizar los diferentes
símbolos que encontramos en la historia
paraguaya y que se repiten, constantemente, en estos últimos tiempos.
Por una
cuestión de espacio y practicidad, nos limitaremos a un concepto, que es el
“servilismo” o el “chupamedismo” como conocemos en el lenguaje popular.
El
chupamedias es aquel que, de modo
rastrero, se somete a la autoridad de alguien. Este “succionador de calcetines” debe rendir
pleitesía a un “amo y señor del momento” que ostenta el poder en este tiempo-espacio.
Ahora, la historia
del servilismo no es nada nuevo. Si tomamos, tan sólo y como modelo principal,
la dictadura stronista, encontramos un “festival de zalamerías” rendidos al presidente
de aquel entonces.
Por citar
solo algunos, el 3 de noviembre era el cumpleaños del tirano Stroessner y,
además, por ese mismo hecho, era feriado nacional y sagrado. Entre los
obsequios habían canciones, desfiles, discursos históricos en su nombre e
incontables loas.
Esta
costumbre, que se supone deberíamos superar se repite hasta hoy. En Ciudad del
Este tenemos una especie de himno a un determinado clan y, que quiere dar a
entender, que gracias a esta familia, “Ciudad del Este es un Edén”.
Estos signos
no son para nada inocentes. Forman parte de una costumbre política donde
posicionamos al mandamás de turno no como un servidor de un estado, sino un
“ser-a- ser-servido”, que toma y usa lo
público como suyo y lo reparte a quien
quiera.
¿Qué busca
ese “ser-servil” que se presenta en el cumpleaños de aquel que ostenta el poder?
Simple, busca beneficios egoístas, donde ambas partes creen engañarse: “Yo te
hago creer que sos el mesías político y vos me haces creer que siempre
estaremos en el poder”.
Ahora, tengamos en cuenta que el zalamero actúa como
tal, mientras el “amo” se encuentre en el poder. Sabemos que cuando pierda una
elección, muchos abandonarán el barco y
saltarán como ratas a otros barcos con el objeto de mantener sus privilegios.
En fin,
¿ustedes creen que la fila para saludar a Horacio Cartes son desinteresadas?
¿Pueden creer en los abrazos efusivos, los aplausos, las risotadas a raíz de
las comparaciones absurdas que hace Cartes salen de la profunda admiración que
puedan tenerle sus séquitos?

Este personalismo
sólo nos recuerda a dictadores que, viendo la carencia de liderazgos reales y la poca cultura cívica, se aprovechan para
mantenerse en el poder. De paso, beneficiando a unos pocos, en detrimento de la
mayoría.
Tan perjudicial
es que muchos aún quieren hacer ver las obras de gobierno como “dádivas”, fruto
de las virtudes del “tendota”, que si no fuera por ellos, continuarían en la
miseria, como todo pueblo sufrido y olvidado en el tiempo y en el espacio.

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Fuente: Ultima Hora
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