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lunes, 24 de septiembre de 2018

EL SILENCIO DICE ALGO

Por Salvatore Brienza
Nunca la transición hacia la democracia estuvo tan cargada de conflictos. La asunción al cargo de Horacio Cartes, un “outsider político” que luego de 5 años de gobierno, demostró que siempre estuvo “apostando fuerte” a diferentes candidatos, aunque el mismo no estaba, ni siquiera registrado en el Padrón Cívico Nacional, nos demostró la debilidad de todas las instituciones republicanas.
Lo que se presagiaba un gobierno que iba a resolver los problemas del país con una “selección nacional”, terminó como la “Selección Nacional de Fútbol”…, decepcionando a todos.
El 15 de agosto del 2018, asume Mario Abdo Benítez (h) y también viene cargado de una tremenda expectativa. Aunque la sombra del pasado –de su padre, Mario Abdo Benítez, Secretario Privado de Alfredo Stroessner- lo tiene “atado y observado” como un posible “dictador en potencia”.
Marito (para diferenciarlo de su padre) ha sabido pelear sus batallas en esta democracia. Y en muchas oportunidades, manifestó que se deben respetar las instituciones del estado para construir la verdadera sociedad que todos esperamos tener.
Necesitamos instituciones fuertes, donde el Poder Judicial cumpla con el papel de enviar a la cárcel a los que han dilapidado los recursos del país. No hablo de los ladrones de gallina, o de motores de agua.
La Justicia debe llevar a los que se enriquecieron a costillas del estado, promoviendo esquemas de tráfico de influencia, sobornos, nepotismo, corrupción e incluso violencia contra los ciudadanos que los denunciaron.
Un mensaje de Twitter del Presidente decía: “Queremos que Paraguay sea un país que dependa cada vez más de sus instituciones democráticas y menos de su Presidente” y creo que así debería de ser. Es por eso que, el silencio del Presidente en temas conflictivos como el Poder Judicial, la Fiscalia o el Parlamento lo exponga a ser considerado una persona que no tiene “poder de decisión”.
Pienso que el Presidente ha tomado “una decisión” y es dejar que las instituciones hagan su tarea y que la sociedad sea la que presione para que ocurran los cambios.
Desde nuestra idiosincrasia no se entiende esta decisión. Porque siempre estamos, pensando que “el cacique, el mburuvicha, el tendota, el líder o el caudillo” debe decidir en momentos de conflicto. Y, necesariamente, no debe ser así. La democracia radica en el poder del pueblo.
Según un antropólogo francés, la verdadera democracia era la practicada por un grupo de indígenas guaranis, quienes ante un problema, reunían toda la tribu y comenzaban a dialogar.
Horas de idas y venidas, argumentos y contra argumentos, incluso escuchando la opinión de niños, adolescentes y jóvenes, el cacique solo observa. Al final la propia asamblea toma la decisión para que el cacique la cumpla.
Nuestro pasado reciente, nos demuestra que “si ensalzamos a los Caciques a categoría de Poderosos Gobernantes”, terminaremos subyugados por su séquito y los únicos que perderemos seremos nosotros, el pueblo.
No me asusta el silencio del Presidente Mario Abdo Benitez (h), me preocupa más la inacción de las instituciones sociales y políticas, que deberían sanear sus filas.
El silencio, no es una señal de debilidad, sino un arma para desmontar el discurso de los que gritan su inocencia, sabiendo que son “lobos vestidos de ovejas”.
Que el pueblo siga exigiendo transparencia en las instituciones publicas, que los delincuentes que se han enriquecido con el dinero del estado empiecen a pisar la cárcel.
Y que los inocentes, no paguen por los culpables.

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