A mi madre nunca tuve el placer de conocerla, y a mi padre, mucho menos. Por eso no los tengo presente a ninguno de los dos, en mi memoria. Lo que sí puedo recordar muy vagamente es a esa monja, cuando me entregaba a una señora para que me criara.
Aún puedo verme borrosamente, llorar con amargura, en el preciso instante en que aquella señora me tomaba en brazos, desprendiéndome con fuerza del de los de la religiosa y llevándome de aquel lugar, sin más trámites previos.
Esa señora me crió hasta aproximadamente tener unos 6 años de edad. De ella me vienen solo malos recuerdos, que me generan solo rabia, angustias y una impotencia acumulada por muchos años ante sus golpes sin motivos aparentes. Sus insultos y su desprecio sin razón hacia mí.