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miércoles, 22 de octubre de 2014

LO QUE SIGNIFICA SER UN ESCRITOR

Desde que comencé con mis primeros garabatos, ya no los pude dejar nunca más. Cada una de mis maestras primarias y algunos compañeros, me felicitaban por mis escritos. 

Pero no hacía nada del otro mundo, solo ponía en blanco y negro lo que mis ojos veían. 

Luego, en la época escura del adolescente, esa en la que uno no sabe, lo que quiere y ni donde está parado, llega a mí, la presencia de un profesor, que me marcaría profundamente. Fue el primer escritor de carne y hueso que conocía. 
Su nombre era Haroldo Conti, autor de “Sudeste” entre sus obras más conocidas. Incluso fue guionista de varias películas de suceso. Pero debido a su ideología marxista, le cerraban las puertas. 

Gracias a un amigo, consiguió trabajo como profesor de Instrucción Cívica, en un colegio de nivel medio. 

Años después, ya viviendo en California, me enteré que en un operativo militar, lo llevaron a un barco prisión, para luego desaparecer su rastro. 

Aquel hombre, sin saberlo, había implantado la semilla de la literatura en mí. 

Desde que comencé a leer, ya nunca más deje de hacerlo. Tenía una oportunidad única ya que en mi casa, existía una amplia biblioteca, a la que todos los días tomaba por asalto. Así nació mi amor por los libros. 

Mis siestas de verano eran espectaculares, mientras leía, en mi cabeza bailaba la espada de Sandokan, la osadía del Capitán Nemo, y las intrigas del Cardenal Richelieu contra los Tres Mosqueteros. 

Más que leer, devoraba todo lo que llegaba a mis manos, incluso ni la guía telefónica se salvó. 

Cierto día encontré un aviso, en un diario, que cambiaría toda mi vida e incluso mi manera de pensar. 

Allí se anunciaba el dictado de un taller literario realizado por reconocidos escritores. Aquel curso era para principiantes y tal fue mi entusiasmo que debo de haber realizado unos sesenta, de estos módulos. 

Muchas veces ciertos hechos encadenados nos van conduciendo hacia lugares y sucesos que algunos llaman buena estrella, destino, suerte, predestinación y simplemente coincidencia. 

Por esa época tendría 14 o 15 años y mi mamá estaba muy preocupada, ya que mi extrema timidez limitaba demasiado mi paupérrima vida social. 

Por lo que un psicólogo amigo de mi papá, recomendó que tomara clases de teatro. Aseguraba que eso me daría más confianza y me permitiría sociabilizar. 

Después de seis meses, descubrí que el teatro tenía una virtud adicional no contemplada. 

Mis cuentos tomaron una visión menos escolar, ya que dichas clases me permitieron bucear en la profundidad psicológica de mis eventuales personajes. Aún así jamás pasó por mi cabeza subir a un escenario que tenga público presente. 

Uno de mis profesores del taller me había advertido que si deseaba redactar, como un buen escritor, tendría que ajustarme a una regla de oro. 

Sería como un decálogo que no me garantizaba llegar al éxito, pero si al menos, tenido en cuenta. 

O sea, el meter el pie en una puerta entreabierta, significaría tener una pequeña oportunidad, de ser escuchado, el resto ya correría por nuestra propia cuenta. 

Todos de una manera u otra escribimos, pero hacerlo correctamente requiere de varios pasos intermedios. Primero, habría de considerar si tenemos o no talento. 

Desde ya que nosotros mismos no podemos ser neutrales, lo mismo que gente del entorno, ya que ellos jamás querrán herir nuestros sentimientos, por lo que sus opiniones se las debe “tomar con pinzas”. 

Luego vendrá leer mucho y de todo, eso nos dará muchos elementos útiles como la ampliación de nuestro vocabulario, la riqueza de sinónimos, dejar volar la imaginación, estudiar al personaje central y todos los secundarios. 

Como el autor resuelve el escenario en el que se desarrolla el argumento y pensar como lo haríamos nosotros en la misma situación. 

Leer el final que nos propone el escritor e imaginar el remate que nosotros le daríamos a dicha obra. Esos ejercicios son fundamentales para liberar nuestra imaginación tanto como para sacar todas las telarañas empotradas que tengamos acumuladas en nuestras benditas neuronas. El siguiente paso será conseguir una buena idea sobre la cual escribir. 

Una de las reglas fundamentales de un escritor es, no narrar un tema del cual se desconozca totalmente, porque los lectores no son estúpidos y enseguida sabrán que usted sabe mucho menos que ellos. 

Ese impacto que le produce al eventual interesado en su escrito, lo dañará irremediablemente de por vida. 

Por lo tanto si no sabe algo, busque, averigüe, indague con quien lo sepa, antes de ponerse a escribir. 

A continuación deberá capacitarse, tener talento no lo es todo, ello es solo una parte del paquete. La sintaxis, la redacción, la gramática, los tiempos verbales son muy importantes si se quiere hacer un buen trabajo. 

Aprender teatro, como en mi caso, nunca le va a venir mal, ya que lo ayudará a crear sus propios personajes y a darle vida con realismo. 

Puede complementarlo leyendo libros de psicología y psiquiatría o bien consultar con algún estudiante avanzado.

El escritor es un ser al que Dios ha tocado con su mano, para que difunda todo lo hermoso que tiene la vida y nos prevenga también de todo lo malo. 

Es el que nos lleva a mundos imaginarios o reales, a míseros barrios marginales o suntuosos palacios. Es el que incentiva nuestra imaginación y nos enseña palabras nuevas. Es quien nos hace pensar y deducir. 

Hay una frase de la escritora española Rosa Montero, que grafica lo ya dicho: “Ser escritor es más que un oficio, una profesión o una afición y trasciende la fama editorial. 

Ser escritor es una afirmación permanente de la propia existencia, de la existencia de nuestros mundos internos, y de nuestras pulsiones más íntimas y secretas. 

Es el canal que expresa la voz interior que todos tenemos y que nunca se calla de decir y crear”. 

Y yo añadiría para terminar, que es quien nos hace sufrir, reír, llorar, apasionarnos, odiar a un personaje o admirarlo. 

Y aunque la mayoría de los colegas sufran la incomprensión de sus contemporáneos y la buena fortuna se ría de nuestros bolsillos flacos. 

Nunca abandonen el delicioso y exquisito arte de la escritura, por más difícil que sea sobrevivir. 

Porque eso, sería como traicionarnos a nosotros mismos, lo que es igual a suicidarse espiritualmente.

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