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viernes, 15 de noviembre de 2019

¿Altruismo o egoísmo colectivo?


Por Salvatore Brienza
Un día, íbamos con un amigo por la Ruta 2 y quedamos en el cruce del Km 7. En aquellos tiempos, era un caos cruzar ese nudo gordiano del tráfico vehicular de Ciudad del Este. Hoy estamos gastando millones para solucionar ese problema.
Este amigo me dice,  - Si no fuera por los policías de tránsito esto sería un caos.
En realidad, aún con los policías, era un caos. Los autos se adelantaban por la banquina, las motos cruzaban por cualquier lado y el conductor más atrevido, ya avanzaba apoyando el paragolpes en el propio policía de tránsito para que libere el paso.
Me preguntaba, y las leyes de tránsito, aquí no se aplican?.
En realidad, no se aplican porque como sociedad no nos interesa respetarlas. Las leyes no necesariamente son  para imponer, sino para permitir la buena armonía de los ciudadanos.
En países y ciudades más avanzadas, las leyes se cumplen. Pero en Paraguay, para la ley “hay un amigo”, “la biblioteca dice una cosa”, “la teoría de fulano es la correct” o el más tradicional “terehona suízape, estamosnio en Paraguay” son los argumentos para “derogar cualquier Ley” en el pensamiento colectivo y popular.

En estos días de intensas conversaciones, en distintos grupos y redes sociales, me hicieron reflexionar sobre el tipo de sociedad que pretendemos.
Hay algunos que miran “lo colectivo”, otros “el individualismo”, hay quienes propugnan “la supresión de los controles del estado” e incluso, “la desaparición del estado” como tal. Hay quienes proponen que “el estado debe dar todas las garantías para que haya inversiones y convivir en la sociedad” o que “el estado debe ser administrado por el pueblo, defendiéndolo de las arbitrariedades de los que se oponen al estado”.
Bueno, hay de todo en la viña del Señor.
Pero lo real, único y verdadero por el momento, es que las próximas elecciones internas de los partidos políticos, primero las juveniles en la ANR y luego las internas para elegir candidatos a Concejales e Intendentes, será clave para entender hacia dónde apuntamos como sociedad.
Todos los días, los medios de comunicación nos hablan de “corrupción”, “enriquecimiento ilícito”, “tráfico de influencia”, “licitaciones amañadas”, “jueces y fiscales que cambian resoluciones” e incluso, la posibilidad de que “un certificado del coro parroquial” ya sea suficiente para ser Ministro de la Corte, hacen que esta sociedad esté al borde del abismo.
¿Por qué la sociedad? ¿Por qué no el individuo?
Porque nuestros hábitos como sociedad es el fruto de nuestras contradicciones y decisiones individuales. Así funciona en todo el mundo. Por eso, no todas las decisiones individuales son egoístas, y si lo son, de alguna manera afecta al colectivo.
¿Por qué digo que no todas las decisiones son egoístas? Porque existe una virtud, exclusivamente humana, que se llama altruismo y es el proceso por el cual un individuo, actúa para satisfacer necesidades de otros sin más recompensa que hacer el bien.
Se sabe de animales que tienen “comportamientos altruistas”, pero no necesariamente son racionales, en muchos casos son instintivos de la especie, o por reflejo innato de su comportamiento como especie.
Lo que planteo es, ¿hasta cuándo como sociedad dejaremos que los mediocres sigan ocupando cargos electivos?
¿Hasta cuándo permitiremos que nuestras acciones individuales, dejen el camino libre a que los mediocres ocupen cargos de relevancia política para la sociedad?

¿Por qué excluimos de elegir a los más capaces que están en otros partidos?
¿Por qué no elegimos a los que tienen un mejor perfil para dirigir nuestra sociedad?
Podemos dar las mejores charlas sobre como cambiar nuestra sociedad, elegir el modelo utópico de sociedad que queremos, elevar los mejores discursos para convencer a nuestros seguidores, santificar la mejor biblioteca que podamos tener en nuestras casas.
Pero si seguimos dando espacio a los mediocres, deberemos aprender a convivir en el caos.
Y los únicos responsables, somos nosotros en nuestra individualidad.

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