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miércoles, 3 de abril de 2013

EL POMBERO Y YO

  Cuento corto por
  Ricardo Steimberg

Fue precisamente en el año noventa, del siglo pasado, según puedo recordar, cuando conocí 
a Elvira. Fue un flechazo a quemarropa, que me dejo totalmente embobado. Pero creo que fue mutua la situación, ya que ella, con solo tres 
meses de conocerme, me invitó a vivir en su
casa, del kilómetro 8 de la Ruta Internacional
casi pegado al Batallón.

En esa época, dicho lugar era pura selva. El empedrado tenía apenas dos cuadras desde la ruta, y luego solo un camino abierto con una topadora, por donde el colectivo de la empresa 3 de Febrero, valientemente se adentraba por espacio de 1.500 metros, con una espesa selva como telón de fondo.


Los colectivos eran muy chiquitos, de los llamados “ñatos” y en el que era fácil tener como compañero de viaje a un par de gallinas o un lechón. Cierta vez viaje con dos cabritas y su terrible olor fue un infierno durante todo el recorrido. Tomar a uno de estos vehículos era toda una aventura. Para que los memoriosos tengan en cuenta, el boleto único costaba 35 guaraníes.

Me acuerdo muy bien que era un verano ultra caluroso, con noches muy húmedas en las que la temperatura no bajaba demasiado. Elvira era una hermosa trigueña, vendedora de una casa comercial del microcentro de Ciudad del Este. Hacía solo 6 meses que había venido de Caazapá, buscando mejores horizontes. Nos conocimos por intermedio de una amiga en común. El resto no es necesario, al menos esta vez que lo conozcan.

La anécdota en cuestión sucedió durante una de esas tórridas noches. Me desperté sobresaltado y totalmente empapado en sudor. Muy mareado, me llevó un par de minutos para darme cuenta que había dejado el mundo de los  sueños. Miré  la  hora en el reloj que estaba en  la mesita  de luz y este me  marcaba las
2 y 5 de la madrugada. 

El calor y la humedad eran insoportables. El viejo ventilador de techo solo nos tiraba aire caliente. Me di cuenta  que no podría dormir, por lo que decidí salir a fumar un cigarrillo en el frente de la casa. Pero me lleve una sorpresa al encontrar a mi vecino haciendo lo mismo que yo pretendía hacer.

Cuando me vio no dudó un segundo en llamarme. Lo hizo con gestos ya que a esa hora era imposible gritar. En seguida estuve a su lado. Sin más me hizo gestos para que tomara asiento a su lado. Comenzamos a charlar de bueyes perdidos y vacas encontradas. Hasta que mi vecino me da un golpe en la rodilla y con su dedo índice me muestra la colilla arrojada por él hacía un par de minutos antes.

Este que se encontraba en el suelo, a unos dos metros y medio, y brillaba en la oscuridad como si alguien lo estuviera chupando. Miré la cara de mi vecino y estaba tan pálida como un papel. Yo no entendía nada de nada. Al instante siguiente y a muy corta distancia se escuchó el chistido de una lechuza. Mi vecino comenzó a temblar sin disimularlo. Mientras me susurraba tartamudeando, en el oído:

--Es el pombero, es el pombero. Luego vimos prenderse y apagarse el cigarrillo hasta consumirse por completo. Eso sin dejar de chistar la lechuza todo el tiempo, a espacios regulares. Cuando la colilla se apagó, aún asustado y sin recuperar el color de su cara, me dijo que las lechuzas siempre acompañan al pombero, es una forma de saber que él anda muy cerca.

Debo confesar que estaba asustado, no por lo que mi vecino decía, sino porque me había impresionado el hecho de ver prenderse la colilla varias veces pero sin que soplara una sola gota de viento. Y eso es lo que hasta la fecha me sigue intrigando. Ver no lo vi, pero sentí su presencia cerca de mi.

Ni Elvira ni nadie a quienes le he contado esto me han creído, pero basta que escuche, de noche, el chistar de una lechuza para que nuevamente recorra por toda mi espalda un fuerte escalofrío.  

4 comentarios:

Yovan Ponte dijo...

Me recuerda algunas leyendas de Venezuela, cuando escuchaba, yo moy pequeño, las leyendas del SILBON.
buena esa Riqui!!!! Mi amigo del alma!

Yovan Ponte dijo...

BUENA ESA RIQUI!!!!! EXITOS CON TUS CUENTOS..!!

Beatriz dijo...

Wow.... Me gustó,, pero me quedé pensando si en mi quincho fue mi gato Pikachu el que hizo ruido o la lechuza...

Beatriz dijo...

Wow.... Me gustó,, pero me quedé pensando si en mi quincho fue mi gato Pikachu el que hizo ruido o la lechuza...