Por Salvatore Brienza
Cuando el Presidente Horacio Cartes,
asume la primera magistratura nacional, un “hilo de esperanza” asomaba en casi
todos los paraguayos. El mismo encarnaba la imagen del “empresario tabacalero y
dirigente deportivo exitoso”. Entre una de sus promesas electorales estaba la
de que “ninguna organización criminal le marcaría la agenda”. Se estimaba un
crecimiento importante, en términos económicos y por sobre todo, una lucha
frontal contra la corrupción, flagelo que nadie podía, aparentemente, combatir
y la pobreza.
“Él no necesita dinero, mucha plata
luego tiene y no va robar”, era el argumento preferido de los colorados
cartistas, y algún que otro opositor.
Muchos veían en este “outsider” de la
política, que nunca votó en las elecciones nacionales, ni se inscribió en el
Padrón Nacional hasta un año antes de su candidatura, a un ciudadano,
aparentemente, no comprometido con sectores corruptos de la sociedad. Al final,
fuimos al mundial mientras fue Director de selecciones de la Asociación Paraguay
de Fútbol.
Sin embargo, Horacio Cartes era un “fuerte apostador” en las internas de los partidos políticos, y tanto colorados como liberales le debían algo más que el saludo y la cordialidad. Se hablaba, en aquellos tiempos, que incluso algún que otro partido no tradicional y de izquierdas, recibió las dádivas de los bolsillos del entonces empresario de frontera.
Esos eran los “mitos urbanos” que ya se contaban antes de las elecciones del 2013.
Sin embargo, Horacio Cartes era un “fuerte apostador” en las internas de los partidos políticos, y tanto colorados como liberales le debían algo más que el saludo y la cordialidad. Se hablaba, en aquellos tiempos, que incluso algún que otro partido no tradicional y de izquierdas, recibió las dádivas de los bolsillos del entonces empresario de frontera.
Esos eran los “mitos urbanos” que ya se contaban antes de las elecciones del 2013.
Su porte campechano, arriero porte y casi
de “vyro chusco” hacía del primer mandatario un extraño espécimen en la fauna política.
En su primera intervención como primer
mandatario, nadie llegó a darse cuenta del tono que usó, frente a Diplomáticos
Extranjeros, Presidentes de otras naciones e incluso del entonces Príncipe Felipe
de Borbón; y que, cuando se le estaba secando la garganta y en medio del
discurso, gritó: “AGUA”. Todos reímos y le disculpamos esa “argelería” que pudo
haber sido parte de los nervios propios de alguien que llega a dirigir los
destinos de una nación.
Faltan un poco más de un año para
finalizar este periodo de mandato, y el mismo Horacio Cartes, no ha podido
safarse de la agenda que le marcaron el EPP, el PCC, el Narcotráfico, los “Empresarios
e inversores de cuello blanco” e incluso el terrorismo islámico, que
aparentemente, lava sus recursos a través de sus empresas, según un Informe de la
Foreign Office of Democracy, que reporta al Departamento de Estado de los
Estados Unidos. Eso sin descontar, las tramoyas y entuertos en que fue puesto
por los Dirigentes partidarios que, según correligionarios de propio
presidente, son “lo peor de la política”.
Han hecho
de todo, para que “el Patrón” pueda ser “reelecto”. Solo queda saber, en que “plan
siniestro” deben de estar en estos momentos. Esperemos que “Peña no se despeñe” haciendo lo que otros le dicen. O sino, sería lo mismo.
“Alguien poniendo la plata, para que baile el mono”.
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