Por Virgilio Cantero
La expresión de la senadora nacional Zulma Gómez es el fiel reflejo de la idiosincrasia de una amplia franja de paraguayos que frente a lo diferente o lo “a-normal” asume posturas de rechazo. Motivado, únicamente, en el desconocimiento, y asociado luego a estereotipos que, finalmente, se asumen como verdaderos e incuestionables.
Estas
posturas se reproducen en el seno de nuestra sociedad de manera constante. Reforzados,
generalmente, en ámbitos religiosos y políticos. Espacios que por su carácter
reaccionario, lo vuelven elementos de
cohesión grupal al señalar un “enemigo común” contra el cual luchar.
Nietzsche
afirmaba que “no hay nada más peligroso que las convicciones”. Pero estar convencido de algo no significa estar en la verdad o la
certeza.
Sin
embargo, Zulma Gómez habló desde sus convicciones. La manera y los términos que
utilizó se encuadran perfectamente dentro de la libertad de expresión. Lo malo
es utilizar esta libertad para censurar
y perseguir libertades de otras personas.

Esta
hipocresía y doble moral social resultante de nuestras estrecheces
intelectuales van minando y destruyendo profundamente las posibilidades de
construir una sociedad, mínimamente, democrática.
Finalmente,
las groseras declaraciones de la legisladora ensucian aún más la ya disminuida imagen del congreso, y creo,
que se le aplica perfectamente la
reflexión que hizo la actriz galardonada quien afirmó que la: “integridad
moral y ética de los representantes del pueblo no son negociables y
quienes no reúnan estos requisitos deben ser apartados sin demora”.
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