REFLEXIONES DE DAMIAN

Por Damian Cabrera

El Anarquismo tuvo una importante presencia en Paraguay, y su principal representante es el español Rafael Barret que a través de sus textos El dolor paraguayo y Lo que son los yerbales, no sólo fue el primero en escribir acerca del Alto Paraná, sino fue el primero en denunciar pública e internacionalmente los crímenes cometidos por la Industrial Paraguaya y la Matte Laranjeria contra los mensú. Los mensú forman parte de nuestro imaginario colectivo y fueron a su vez ficcionados por Roa Bastos (nuestro más celebrado autor) en su novela Hijo de Hombre y en el guión de la película El trueno entre las hojas.

Roa Bastos, decía, entre otras cosas, que Rafal Barret, ese anarquista, era el fundador de la literatura paraguaya. Pero Damián Cabrera no puede ser anarquista, a pesar de simpatizar con algunas de sus ideas, ya que cree que desde el Estado todavía se pueden hacer reivindicaciones de los sectores subalternos frente a la avasalladora fuerza del capitalismo, que destruye nuestros ecosistemas y elimina la diferencia.

Puesto en evidencia que Damián Cabrera no es ni comunista ni anarquista (y que no tiene nada contra los comunistas ni anarquistas, muchos amigos que tiene, así como colorados, liberales, febreristas y sacerdotes católicos), ahora me gustaría desafiar a que –siguiendo la afirmación de que “se le conoce demasiado bien”- se demuestre, pruebe, justifique el alegato de que “tiene que hacer valer su cupo político en vista que llega el 2013”, y que tiene “cupo en Itaipú”. Quien conoce a Damián Cabrera sabe que no trabaja en Itaipú, que de hecho no tiene trabajo fijo, que coordina un taller de escritura creativa y es hamburguesero, es co-editor de la revista El tereré, y estudia.

Pero sí, lo que se hizo en la Facultad de Filosofía el otro día sí tenía trasfondo político, porque todo gesto es un gesto político, toda acción tiene implicancias políticas y permea otros campos de la vida. No comer carne puede ser una elección, un estilo de vida, por razones de salud por ejemplo, pero es un gesto político en sí. La actividad aunque política, no tenía trasfondo partidario.

Ahora, si analizamos la paranoia que tiene cierto sector reaccionario en torno a lo “político” y en particular hacia la izquierda, y oponemos estas prácticas con las que unos años atrás, durante el oficialismo colorado se hacían en la facultad, habría menos opositores y más vergüenza. Recuerden que Zacarías Irún tenía el permiso del decano de entrar clase por clase para hacer campaña, interrumpiendo las clases, ensuciando el patio con sus afiches y volantes del partido colorado. ¿No se acuerdan de eso aquellos que acusan de zurdos a quienes no son zurdos? ¿Y que demonizan a los que militan en partidos de izquierda? ¿No es acaso este señalar a los que supuestamente tienen “cupos políticos” un pensar que porque los colorados lo hacían, los no colorados lo haremos?

Habría que subrayar además que la falta de formación teórica en la Facultad de Filosofía impide trasponer los límites de la confrontación y la humillación mediática, potenciada por la escuálida programación televisiva, por lo que el “diálogo” se ve empobrecido con agresiones simbólicas graves. Michel Foucault habla de la "docilidad de los cuerpos", de cómo el sujeto es disciplinado por parte de un sistema; pero la identificación, acusación y marginación de los cuerpos que escapan al disciplinamiento es realizada por los mismos sujetos disciplinados que pasan a "trabajar para", funcionar, estar en función del propio sistema que les oprime, y que ellos mismos alimentan.

No estaría mal leer a Foucault en la Facultad de Filosofía, pero no estaría mal leer luego. Si se leyese un poco más por estos lares, no dudo de que no sólo la práctica de los concursos de belleza sino otras muy habituales en la FAFI serían fuertemente cuestionadas.