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miércoles, 14 de octubre de 2015

El miedo y la historia

Por Salvatore Brienza

José Pablo Feinmann en su libro Filosofía Política del Poder Mediático, de ediciones Planeta mencionando a Hegel dice que “la lucha por el reconocimiento expresa una lucha por la dominación. Hay amos y hay siervos porque en unos el espíritu de dominación es más fuerte que su miedo a morir en la lucha por el reconocimiento. Si el siervo se constituye en tanto siervo por su miedo a morir es porque el amo se constituye en tanto amo por su decisión de matar” y en otro punto menciona “el hombre hace la historia transformando la naturaleza y también resulta correcto acentuar la historicidad del hombre: nunca es lo mismo, su naturaleza está en constante devenir (suceder), el hombre es un ser histórico al que no se le puede fijar una esencia por que no la tiene. Mal lo puede tener si su condición de ser es el cambio”.
Con la desesperación propia de quien por primera vez entra en la batalla política, escuché las voces casi tímidas y dubitativas de las alumnas denunciando la presión que ejercen sobre ellas algunos Docentes de la Facultad de Filosofía de la sede Mallorquín.
Propio de ese stronismo recalcitrante, que se resiste a morir en las instituciones del estado. Propia de la clase política a la que pertenecen, donde el pyraguereato y la amenaza es la herramienta de presión. Donde el insulto soez, la chabacanería, el lenguaje petulante, arrogante y hasta desquiciado, la intimidación directa sobre la persona y/o familiares buscando derribar el ánimo de los que actúan de manera honesta en la vida.
Es infundir miedo para dominar. Y si el miedo se instala en los cuerpos, en la mente, se toma control de él y los subyugan. Con ello, el dominador sólo necesita mencionar la consecuencia del acto y la persona dominada, se calla, no se mueve, vegeta en su casa, siquiera una neurona se agita en ese mar de temor.
Espera que el destino se encargue del dominador bajo la excusa de “no hay mal que dure cien años”, espera sus “cien años de soledad” –usando el nombre de la novela de Gabriel Garcia Marquez- para que “ocurra lo que nunca ocurrirá”. Sabe que no está aislado porque  cree que todos los demás también tienen miedo.
Un pensador anónimo decía “El valor no es la ausencia del miedo, es la conquista de este”. Y estas compañeras han conquistado al miedo, han tenido el valor de decir cuánto miedo tienen, cuanto necesitan de los demás para vencer este miedo y por sobre todo, reconocer que el miedo no las hará libres. La han vencido, han luchado por su reconocimiento. Por su libertad de optar, de elegir.
Claramente Feinmann dice que “el hombre no es una piedra. Lo atraviesa la historicidad. El ser de la historicidad es el cambio, dejar de ser lo que se es para devenir otra cosa, y así sin detenerse” dándonos la claridad de que la libertad del hombre radica en su concepción y papel en la historia. No se puede seguir callando mientras, el mundo gira.
Están haciendo historia, están construyendo su destino. No esperando a que suceda, trazando los caminos que ellas van a transitar. Este movimiento, este paso dado, debe impulsar que otros se unan a la causa. No dejar que el miedo les domine.
Como dice Feinmann “el hombre no es una piedra”.

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